jueves, 5 de mayo de 2011

El tren de la bruja

Gira el tren de la bruja frenéticamente, sus engranajes, de tan oxidados, han perdido los dientes y ahora giran desconsolados formando una orgía de pelo, los rubios, suaves, perfumados con loción antipiojos de los niños del pueblo y los de la escoba, duros filamentos mal anudados con un fino cordel, gira frenéticamente para mayor regocijo de los padres, gira atroz, con la misma velocidad con la que a veces, por gastadas avanzan las cosas, como el pasado mismo. Como ese pasado que me da miedo y que huele, como mi abuelo, a insulina.

Avanza mientras me paro a verlo alejarse, ese maldito tren de cadáveres sepultados por fichas amarillas, gira atravesando espejos, espejos ensuciados, en los que nos reflejamos tú y yo. Sí, Tú también estás. Tú, maldito lector o maldito espectro de mi pasado eres yo en realidad, solo que tú estás muerto, tu sangras ante mis ojos y te vas, maldito yo asqueado y podrido. O quizás seas tú, el yo poético que me grita, el que está muerto y no me deja vivir, entonces yo soy el cadáver y tú lector eres un espectador de mi funeral con velas aromáticas, para eliminar el hedor a soledad de mi habitación, el olor de las sábanas que no huelen a sexo.

Gira el tren maldito como si mi infancia no pudiera quedarse quieta en el último vagón, la muy zorra con cada escobazo va dejándose manosear, llora en mi barba, como si en ella ocultase mi niñez y mi propio espectro lo hubiera descubierto. No hay nada peor que haberte calado a ti mismo. Entonces me encariño con ella y me vuelvo a la soledad a esperar que me de un poco de consuelo, pero es una niña y se vuelve a las plazuelas a jugar. Normal. Y a mi me pilla la tarde enredándome en mis vicios para demostrarme que aún puedo caer más bajo. Pero eso es imposible, la soledad es el mugroso subsuelo de los necios como yo, más abajo solo esta la sumisión y yo soy demasiado ególatra como para admitir una disculpa de mi mismo.


Y se va la feria del pueblo y en los descampados quedan los cartones de bingo y las bolsas vacías, sin premio y sin contenido. Y mi espejo a la deriva de caras sin reflejo, almas sin pasado ni infancia. Transeúntes. Feriantes. Cristal. Escoba. Barro una y otra vez la misma mierda de mi cuarto y nunca hay pelos largos, tuyos, de cualquier puta, de alguna. Solo barro, húmedo barro. Barro que brotaba de mi poesía primigenia. El origen de todo lo que soy, el barro que forjó mi personaje, mi pantomima y que conquistó mi alma hasta hacerse yo. Vuelve como el malo de la película, mi propia esencia se hace insistencia mortal. Me conquisto y me dejo matar una y otra vez y a cada resurrección soy mucho más feliz y cada vez huelo más la muerte. La muerte que huele a insulina y que se esconde en el puto tren que gira, en el borde del espejo, en el barro agazapada, con cara de niña guarra, con uñas de celo, la misma que ansío por puro masoquismo o por asco. La misma que ansío por miedo.

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6 comentarios:

  1. Con tus palabras haces que en mi cabeza se arremolinen restos de un pasado que se torna con tales tonos de realidad que es como contemplar una fotografía. Me encanta como escribes =)

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  2. Muchas gracias Ali, pero eso son los ojos con los que me lees...

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  3. ¿No me crees capaz de ser objetiva? Por esa regla de tres cuando a ti te gusta lo que escribo, también es por la misma razón, ¿no? =P

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  4. bah, mujer... lo que trataba era de ser modesto, tu escribes muy bien y eso es objetivo.

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  5. Pues entonces alguien tiene que ser objetiva contigo y decirte que de verdad, tu manera de escribir es genial, me encanta que marques tanto tu estilo personal =)

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  6. Sin mi estilo no sería nada, sería otro clon mas no?

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