viernes, 16 de abril de 2010

Nueva gramática emocional. avance de la vigésimo primera erección

El verbo amor
pertenece a la primera
conjugación,
como eyacular
o llorar,
se conjuga según
le venga en gana
al usuario,
es un verbo transitivo,
rige objeto
directo y
sujeto paciente,
pero aunque es
un verbo admite declinaciones,
nominativa si la acción transcurre,
acusativa si se acaba...

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sábado, 10 de abril de 2010

Se ha escapado
la serenidad por el balcón,
los cañonazos amenazan
posguerra sin besos,
los abrazos rezuman melancolía
y yo no tengo dinero bastante
como para comprarme una guitarra
o un bote de jabón
y hacer pompas
de
plomo triste.
Han caducado mis expectativas
de rutina y cariño
de sobre
y el suavizante ya no me
perfuma el corazón lo suficiente,
he pernoctado en una nube
de la aurora
contemplando como se desvanece
mi utopía de luz roja.
He derramado manantiales
que dibujaban zigzagueantes
pupilas de musa infantil
y de pelo recogido,
he fracasado en la guerra
contra la psicología inversa
del humor y el sarcasmo
que dicen que me caracteriza.
He pasado la mayor parte de mi vida
deshojando margaritas
que siempre agonizaban un no taciturno,
he quemado demasiadas amapolas
como para que el rojo no me rehuya
en la ruleta,
me he gastado el ajuar de mis bodas
con princesas de arrabal
apostando al dos,
pero siempre sale el uno, negro
y los crupieres me escupen
y me sacan a patadas del casino
y me condenan a la misma nimiedad
que al comienzo,
yo, en el suelo, observando palidecer
a la noche,
sombreando papales en los que pende la poesía,
como el perro de un bagabundo
que solo lleva agujeros en el bolsillo
izquierdo de la camisa...

He perdido todas las musas
que he desnudado en el papel,
principalmente por ser una caricatura
de un borracho aburrido y barrigón,
también por esconderme en
los alambres que me prometían
espinas finas, asequibles
comparadas con la soledad que me
susurra.
Besé a la muerte al otro lado de una ventana
una tarde de primavera,
me ungió las mejillas
y me dio la espada del que sabe
que no merece la pena
morirse de viejo
o no morirse nunca...

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viernes, 9 de abril de 2010

Me reconozco en los últimos poemas que he escrito, me veo en la tinta cuneiforme, en los deslices que cometo al embriagarme de levedad. Probablemente tendría que inventar un color para pintar en el lienzo del horizonte mi paisaje interior, aun así me se las formas; pintaría un prado angustioso, con ovejitas desafinando una balada de Sabina, en la esquina superior un vergel, con mil flores que nadie olerá. El óleo prende muy bien, enciendo el mechero y el cuadro se reduce a perfume y un calmo crepitar que algunos llamarían depresión crónica, otros poesía.

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viernes, 2 de abril de 2010

Todos los poetas
cometen negligencias
con el bisturí
de la madrugada,
por eso su tinta
anhela el perdón
de algún Dios
que vomita desde
el atrio del parnaso,
-redimirse-
regurgitar los alfileres
del desamor.

Todos los poetas
tiritan cuando
vuelven de los pubis
de sus musas
y se ven, ateridos,
abandonados a su tinta,
en su abandono
onírico de la poesía,
cuando se acaba
el papel
o la saliva.


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jueves, 1 de abril de 2010

besos de tinta.

Le gustaba jugar con mi tinta,
hacerla fluir por su vientre
desnudo,
desanudar las cortinas y dejar
que el sol la acariciara
solo para darme celos.

Le gustaba portar flores en los
refajos de sus trenzas
y deambular por los lienzos
de los poetas como un
autobús de línea,
que le escribiera poemas
en la espalda
poemas que nunca leería
pero que imaginaba,
sabía que las letras
serpeaban y que los puntos
le hacían cosquillas,
aquella poesía de
tinta húmeda
y besos
era la que a ella le gustaba.

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onanismo

Me cabe el corazón
en el filo de navajas romas,
estoy solo, sin ti, noche tras güisqui,
desgarrando mi hígado y mi recuerdo,
me cabe el corazón en las costuras
del recuerdo...

A veces pienso en el belfo que
empaña el cristal de tus amantes
como una nube de óxido
en mi pulmón,
y cada bocanada despoja
mi levedad
de su trágico onanismo.

Probablemente no llegue
vivo al amanecer del miércoles
de ceniza y los costaleros
encuentren mi desamor en el colchón
junto al hielo de los besos
caducados,
y mi levedad enfermiza
firmando un testamento de
miseria y carmín.



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