Le gustaba jugar con mi tinta,
hacerla fluir por su vientre
desnudo,
desanudar las cortinas y dejar
que el sol la acariciara
solo para darme celos.
Le gustaba portar flores en los
refajos de sus trenzas
y deambular por los lienzos
de los poetas como un
autobús de línea,
que le escribiera poemas
en la espalda
poemas que nunca leería
pero que imaginaba,
sabía que las letras
serpeaban y que los puntos
le hacían cosquillas,
aquella poesía de
tinta húmeda
y besos
era la que a ella le gustaba.
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