viernes, 9 de abril de 2010

Me reconozco en los últimos poemas que he escrito, me veo en la tinta cuneiforme, en los deslices que cometo al embriagarme de levedad. Probablemente tendría que inventar un color para pintar en el lienzo del horizonte mi paisaje interior, aun así me se las formas; pintaría un prado angustioso, con ovejitas desafinando una balada de Sabina, en la esquina superior un vergel, con mil flores que nadie olerá. El óleo prende muy bien, enciendo el mechero y el cuadro se reduce a perfume y un calmo crepitar que algunos llamarían depresión crónica, otros poesía.

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