Mi voz es el crujir de un nicho,
el eco del esperma.
Sé que mil veces que hable
el reguero de tinta supurará
(algunas heridas de vida, otras mortales de necesidad)
palabras sin aire,
quebrados huesos que sostienen un cerebro con cables
de plomo alimentado por las vísceras de la soledad.
Palabra profética de la memoria enterrada,
palabra enredada en mi barba de alambre,
en los juguetes de mi infancia,
en mi triste renquear por las ojeras.
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