viernes, 8 de julio de 2011

corazoncillo

Entrar a un bar

yo

solo.

Descifro mis latitos

atosigados por el humo,

me duele el pecho

de latir,

entro al fondo y me coloco

en la barra,

primera cerveza,

ritmo normal,

calada tras calada

la terracita

de verano me deja morir

a su merced

sé que quiere matarme

y yo lo quiero también

pero mi soledad

protege mi estirpe,

está metida en mi sangre

e intento que el humo me haga vomitarla

pero no se deja manosear

ni ungir

en cerveza.

Siguiente cerveza,

hablo con gente que no conozco

y que me conocen,

saben de mí,

el borracho de la esquina del bar que

se sienta solo

a fumar.

Tercera cerveza,

mi cabeza convulsiona,

chicas guapas

con las que no llegaré

a cruzar palabra,

eso me agobia a un más,

mi miedo a la felicidad,

aquella chica tenía razón,

me da miedo…

Y entonces caigo de nuevo en mi embudo

desparramado

en espiral

de humo y miseria,

qué bonito que es

un cuerpo ardiendo

a contraluz,

parecen fuegos artificiales,

va,

otra calada,

otra hora de vida,

otra hora que espero que me mate.

otra hora que no tiene tiempo,

es una hora vacía,

una hora que lleno de humo

y que sé que me cobrará el IVA,

16% de masa cancerígena

en el pulmón derecho,

espero que lo haga

o por lo menos que lo intente,

¿Si no de qué fumar tanto?

Sonrío ya sobre mi cama,

vamos, gira, mundo,

seguirán su curso los planetas,

las galaxias cercanas,

vivimos en una galaxia de pueblo,

de periferia,

una galaxia podrida que estalla

en un pulmón,

en una calada

mágica,

una calada

que baila

una danza fúnebre,

espuma torácica

que espero supurar como un animal

abandonado al que le gotea el belfo

de la hambruna.

Sueno triste y necio,

estúpido,

y este latido de nuevo es

un soniquete

que pudre los ventiladores

y evapora su aire.

Que acabe esta balada

Ja ja ja

la risa se deforma,

es una lágrima

sin sexo

equivocada de orificio,

ja ja ja

se juntan su eco

y el zumbido de un corazón acelerado

que quiere cerrar filas,

muerde el polvo

y se arrastra por el pecho

como un gusano

sin cabeza.

Este corazón que no calla

por mucho que yo quiera,

le debo demasiados

favores

como para que se muera

a gusto.

Cabrón.

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